Tengo que ser sincera, en este preciso momento yo debería estar repasando mi alemán porque en menos de una semana dejo Bosnia para acomodarme en una preciosa residencia estudiantil en Mannheim, Alemania. Pero, ayer tuve una experiencia muy linda y me urge compartirla.
Hace casi un mes, estoy en Trebinje, Bosnia y Herzegovina. Probablemente a muchos no les ocurriría elegirlo de destino para sus próximas vacaciones, ¡y no saben de lo que se pierden! Está ubicado en la zona mediterránea, el clima es estupendo, ¿y qué puedo decir de la comida? Me había hecho fan del Cevapici, pero ayer le declaré amor eterno al Burek, un rollito de masa filo relleno de carne, queso o espinaca y dispuesto en forma de espiral.
Y todo gracias a Zeljka, una señora que me abrió las puertas de su casa para enseñarme a cocinar esa maravilla. Y es que no sólo Trebinje tiene rica comida y lindos paisajes, sino que también tiene a las personas mas serviciales y amables que conocí. No hablamos el mismo idioma, pero la manos, pies y un par de palabras que aprendí (literal dos) fueron suficientes para pasar una tarde estupenda.
Nos encontramos en un supermercado, hicimos las compras de los ingredientes para que fuese más visual el entender que llevaba la preparación. Y luego nos fuimos a su casa, donde el marido nos esperaba con un cafecito en el patio de entrada.
Empezamos con un recorrido por su huerta y después de una panzada de frutas (como mandarinas, uva, moras y granadas) con jugo casero de uva, nos pusimos manos a la obra.
Ella era una reina en la cocina, iba de un lado al otro y hacía todo con amor y una dedicación increíble. Yo tomaba nota de todo en un cuadernito que me habían prestado. La masa es simple, lleva harina, sal, azúcar, agua y levadura. La señora se había tomado la molestia de hacer una masa la noche anterior para evitarnos el tiempo de leudado. ¡Justo como en los programas de cocina!
Lo más divertido fue estirarla, empezaba siendo del tamaño de un puño y terminaba cubriendo la mesa entera. Paso siguiente se la salpicaba con el relleno a elección y un poco de aceite. Se la dobla, se la enrolla hasta llegar a la forma final y voilà. Obvio tiene sus trucos, y no es tan sencillo como parece, pero me voy a permitir evitar los detalles.
La tarde en la cocina se pasó volando y el matrimonio nos invitó a cenar lo que habíamos preparado. Hicimos 4 o 5 bureks, con distintos rellenos incluyendo uno con manzana y canela, para las almas gorditas como la mía. Además tomamos Rakia, un licor con 50º de graduación alcohólica muy típico de Bosnia.
Lo hermoso de esta experiencia, no fue sólo el aprender algo nuevo, fue el encontrarme con esta calidez humana que pensaba estaba en extinción. Esas personas que te dan todo, sin importar nada y sin esperar nada a cambio.
Las palabras no son mi fuerte, pero espero que la sonrisa de oreja a oreja haya sigo el lenguaje justo para decirle a esta familia, muchas gracias! No puedo esperar a llegar a argentina para probar hacer mi propia versión del Burek, seguro no tan ricos como los de Zeljka.
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